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NUEVA YORK -Tego Calderón, quien tras pasar dificultades que incluyen dos años de cárcel logró saborear el éxito como super astro del reguetón, dice con lágrimas en los ojos que lo más difícil que ha atravesado, y de lo que aún no se recupera, es la muerte de su padre hace dos años.

En una entrevista hoy con AP en Nueva York con motivo de su cuarto disco de estudio, «El Abayarde contra-ataca», el «rapero con conciencia» recordó el apoyo y enseñanzas que le dio desde niño su padre, Esteban Calderón Ilarraza, quien habría visto en él un talento especial.

«Mi papá me compró mi primera conga a los 2 años y siempre me subía a competencias de música, desde pequeñito», relató el artista puertorriqueño de 35 años.

Cuando estaba en sexto grado lo hizo tomar el examen de admisión de la Escuela Libre de Música de la isla. «Yo no quería pasar y lo pasé. Todos querían estudiar ahí menos yo. Me pusieron en esa escuela y aprendí a tocar, pero no valoraba la oportunidad».

Calderón, quien soñaba quizás con ser pelotero, dijo que siempre sintió pasión por la salsa, que admiraba mucho a Ismael Rivera, pero que no se veía a sí mismo como un cantante.

«Luego que aparece todo el hip hop quise despertar el orgullo por la negritud en mi país. No veía a mucha gente con esa pasión y mi papá me inculcó ese amor por lo negro», dijo, al tiempo que agregó que hubo muchas cosas de su padre que no entendió de niño.

«Mi papá era independentista, mi mamá también. Creían en la libertad de mi país y tenían una manera de pensar muy peculiar… En mi casa no se celebraba a Santa Claus, o el Día de Acción de Gracias. Yo no podía tener juegos de video, nunca vi la película «Star Wars». Yo crecí muy diferente a todo el mundo y en aquel momento me dolía mucho».

Pero eso cambió cuando Calderón comenzó a escuchar al grupo estadounidense Public Enemy, «un movimiento africano de orgullo negro… y me enamoré del hip hop», dijo el intérprete. «Y cuando oigo a todos estos tipos hablar de todo lo que mi papá me inculcó desde pequeño pues me sentí muy especial, sentí que tenía una ventaja sobre todo el mundo y quise transmitirle ese orgullo a mis negritos que tal vez no tuvieron un padre como el mío».

Eso, afirmó, fue el detonador que lo llevó a dedicarse a la música.

Tras no alcanzar el éxito inmediato Calderón se vio abocado en la delincuencia y terminó en la cárcel por posesión de armas. Pero en lugar de acabar con su carrera, la prisión le dio la fuerza y experiencia necesarias:

«Recuerdo cuando mi mamá me fue a visitar y le dije ’Mami, yo estoy bien, déjame aquí’. Ella se preocupaba, ’se volvió loco, ahora sí que lo perdimos’. (Pero) yo no quería que me sacaran. Estaba aprendiendo, era como una escuela para lo que soy hoy».

En el 2002, tras salir de prisión, debutó con el álbum «El abayarde», un insecto diminuto pero muy molesto con el que se apoda en Puerto Rico a los niños traviesos, bajo el sello White Lion Records. Escogió el título porque pensó que sus canciones de corte social molestarían a algunos políticos e incluso exponentes del género.

Con sus letras de nacionalismo sobre las dificultades del pueblo boricua, incluyendo el racismo y la desigualdad, el disco lo convirtió en un astro internacional del género urbano, posición que ha mantenido con otras tres producciones en las que además ha demostrado ser también un respetable intérprete de salsa con temas como «Planté bandera» y «Llora, llora».

«Hoy lo hago más responsable, más sutil, para que mis fanáticos de otras razas o ideologías políticas no se ofendan», dice sobre los temas que aborda.

De hecho, en «El Abayarde contra-ataca» expresa lo que considera necesario para el momento en que vivimos, como «Alegría» y «El que no lucha no avanza».

«Quiero traerle alegría al pueblo, mensajes que hagan a la gente luchar y seguir pa’ lante en este mundo que cada vez se pone más difícil», dijo de su nueva producción, que salió al mercado en agosto. «Se trata de una propuesta musical más alegre, de que sí se puede, de animar a la gente».

En el reggaetón, dijo, existe esa concepción de que hay que ser duro, «estar molesto todo el día… (pero) cuando uno está seguro de sí mismo puede estar feliz y sonreír, no hay que seguir ningún libreto».

Y preguntado sobre la posición actual de la salsa y el reggaetón, opinó que el primero está resurgiendo y que el segundo no está cayendo, como muchos dicen. «No va pa ningún lado».

«Lo que sucede con el reggaetón es que los artistas, incluyéndome, no supieron bregar con su fama humildemente. Se pusieron muy jactanciosos y a la industria no le gustó eso… que de ser accesible pasó a ser inaccesible cobrando por un show 200.000 dólares. El mercado no quiere. Prefieren tener a Luis Miguel o otra gente a que vengan ’estos tipos de la calle que no estudiaron música, que de algún modo idolatran lo negativo’, y nos quieren ver caer».

«No se está cayendo el reguetón», recalcó. «Se está cayendo el mercado del disco».

Comparó lo que sucede con el género a los malos momentos de la salsa, cuando «El Gran Combo seguía tocando».

«Ahora van a subsistir los artistas que no dependan del boom de un género, sino del talento de su bolígrafo. Ahora se van a probar los niños de los hombres y eso me encanta, me gusta lo que está pasando con este género, porque tienes que ser bueno de verdad. Ya pasó la época en que cualquiera puede hacer reggaetón».

Sobre su éxito, está feliz de que su padre haya vivido para verlo.

«Mi papá decía que si él tuviera mi suerte sería presidente de Estados Unidos», manifestó. «Lo extraño y (su muerte) es algo que nunca he podido superar», añadió con lágrimas en los ojos.